Continúan volando los días. Continúa engranándose todo en mi cabeza. Es tan curioso. No dejo de sentirme fuerte, como si todas esas personas que he ido mencionando estos días me sostuvieran a la vez. Como si se me hubiera hecho visible la tierra que tengo bajo los pies y la siento. Me deja sostenerme. Siempre me ha sostenido, siempre ha estado ahí en realidad aunque yo no la sintiera. Ella es la que ha hecho que yo tenga esas ganas de vivir tan grandes. Ellos me han enseñado tan bonito…
Me abruma. Es tan contradictorio haber vivido el cielo y el infierno a la vez… Ayer le dije a mi hijo que dejáramos todo atrás. Disfrutemos de la vida, de lo que somos capaces… yo solo quiero eso. Tenemos todo para vivir una vida en paz. Incluso si algo nos tumba, yo sé levantarme y también sé que tengo fuerza suficiente para levantarlo a él. He aprendido a verlo y a que mi guerra interna no ocupe mi día a día. Quiero disfrutar de mi vida, de mi hijo, de todo lo que ya he conseguido sin estar pendiente de conseguir nada más. Quiero paz.
Mi vida ha estado plagada de sucesos horribles, de malentendidos, de confusiones, de realidades dolorosas. Plagada de voces con exigencias y mandatos. Con maltrato tanto desde fuera como desde dentro. Pero esto no significa que siempre tenga que ser así. Antes yo no sabía qué estaba bien o mal, que era válido, que no. Qué podía permitirle a los demás, que no. Todo estaba reliado, muy reliado. Ahora ya no. Lo deslié. Y eso significa que puedo continuar sintiendo todo lo bonito que la vida me ofrece sin sentirme mal con ello. Agradeciendo. Sobre todo eso, agradeciendo. Porque sin todas esas personas que me han rodeado de amor a lo largo de la vida yo no hubiera sido capaz de soportar todo lo que llevaba. No hubiera sido capaz.
En conclusión: nunca he estado sola, tan solo me. lo hicieron creer.